El Dr. Fredi Arias García, es Profesor Pleno del Departamento de Agronegocios de ZAMORANO. Ha sido consultor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y conferencista en países como Belice, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Bolivia y Ecuador.
Es un hombre de orígenes campesinos, criado por una familia que le inculcó virtudes, valores y el trabajo duro. A su corta edad su mundo era su comunidad, pero no se imaginó que por su determinación, valentía de enfrentar lo desconocido y por su auténtico deseo de ayudar a los demás, conocería lo que yacía más allá de sus horizontes: estudios en universidades internacionales de prestigio, trabajos con organismos internacionales y el privilegio de enseñar a la juventud de Latinoamerica. Él es una figura de luchas y logros, que su ejemplo anime a jóvenes a no tener miedo de soñar en grande.
¿De dónde es usted?
Yo soy de un pueblo bien pequeño -que hace algunos años estaba completamente aislado- llamado La Maní, en el departamento de Comayagua. Somos cinco hijos en mi familia pero perdimos a un hermano, ahora somos cuatro.
¿Cómo supo de ZAMORANO?
Vengo de un hogar muy pobre y humilde. Yo estudié por la ayuda de un sacerdote. En mi pequeño mundo pensaba que mi educación profesional terminaba con el bachillerato. Al pasar la secundaria, me fui a trabajar a una compañía productora de tabaco. Allí conocí a un buen hombre estadounidense a quien yo asistía. Un día me dijo “vos deberías de ir al ZAMORANO.” Yo nunca había oído hablar de ese lugar pero acepté. Él me llevó a Tegucigalpa para tomar el examen de admisión y también lo pagó. Me regresé a mi pueblo y seguí con mi trabajo. En mis pláticas con el norteamericano, él me contaba de Estados Unidos. Para mí era un lugar remoto, yo no sabía dónde era eso. En mi pueblo no teníamos acceso a la información, no sabíamos cómo era el mundo.
Al tiempo, me llegó la carta de aceptación a ZAMORANO y la empresa tabacalera me pagaría los gastos de estudio. El norteamericano sabía que venía de una familia muy pobre y que yo era una fuente importante de ingresos, entonces pidió a la compañía donde trabajaba que también me apoyara con una beca de 200 dólares cada tres meses para poder seguir ayudando a mi mamá. Para mí fue una bendición poder venir a ZAMORANO y siempre poder ayudar a mi familia. Entré en 1972 y me gradué en 1974.
¿Cómo fue estudiar en ZAMORANO para usted?
Para mí era como estar en la gloria. Yo, jamás, había tenido un cuarto solo para dos personas. Con mi familia, todos vivíamos en un solo cuarto. Yo nunca me había bañado en una piscina, yo me bañaba en el río. Aprendí a nadar en la piscina, que es diferente a nadar en río. La ropa era importada, cuando venimos nos dieron 7 pantalones y 7 camisas, nunca en mi vida había tenido tanta ropa. Yo me prometí no irme de aquí. Y eso que no fue fácil porque vine con muchas debilidades de mi educación rural, sobre todo en las ciencias exactas, por ejemplo la clase de matemáticas era muy dura para mí. Pero yo me prometí a mí mismo no irme de aquí sin tener un título, no iba a desperdiciar la oportunidad.
Pedía ayuda a compañeros que sabía eran buenos en esas clases. Recuerdo a Mauricio Cuestas, ecuatoriano; ese hombre me ayudó a estudiar porque yo no sabía ni estudiar, no sabía leer. Él me apoyó y así me fortalecí.
¿Qué pasó después de ZAMORANO?
Cuando estábamos por graduarnos, me acuerdo que vinieron varias empresas interesadas en contratarnos. Los hondureños éramos como unos nueve. En noviembre yo ya tenía cuatro ofertas de trabajo ¡imagínese qué suerte! La mejor oferta fue de extensionista con un programa de las Naciones Unidas que se llamaba PROCARA, ellos estaban contratados en el país para dar asistencia técnica a los beneficiados de la reforma agraria.
Eventualmente, el gobierno me ofreció una beca para terminar mi pregrado en New Mexico State University en Estados Unidos.
¿Fue un año, cierto?
La beca era por dos años, pero yo terminé mi pregrado en dos semestres. Me reconocieron todos los créditos que tenía. Yo casi no sabía inglés. Una de las condiciones para la beca era haber pasado el TOEFL. Yo lo pasé pero yo no sabía inglés. Fue una lucha ya en clases. Lo que hacía era memorizar libros para poder ir a exámenes. Claro, al mismo tiempo iba a clases de inglés. Terminé con un excelente promedio y me ofrecieron ayuda para realizar una Maestría en Ciencia de Malezas pero luego me di cuenta que no era lo mío. Entonces me regresé a Honduras y me casé.
Empecé a trabajar para una compañía bananera, era responsable del control de la enfermedad llamada sigatoka en las plantaciones de banano. La compañía me ofreció una beca para estudiar una Maestría en Administración de Negocios en INCAE y me apoyaban para que mi familia se fuera conmigo. Al graduarme continué trabajando con la compañía, me sentía muy bien allí. Pero yo quería ayudar al país. Pensaba “tantos jóvenes en mis condiciones que necesitan apoyo…” yo no estaba completamente satisfecho solo generando beneficios para una empresa en particular. Yo quería un empleo con el que pudiera hacer una diferencia en el país. En esa época la U.S. Agency for International Development (Agencia Americana para el Desarrollo Internacional) montó un proyecto llamado PRODIVERSA, un programa de diversificación agrícola para ayudar a los pequeños productores a montar su portafolio de cultivos, de tal manera que redujeran riesgos. Apliqué al empleo y me lo dieron, eso fue en 1985. Trabajé en PRODIVERSA mucho tiempo. Allí tenía varios colegas zamoranos que trabajaban conmigo. Volví a lo que me gustaba: la agricultura, Honduras que gusta mucho, y estar con los campesinos con quien me identifico tanto porque yo soy un campesino.
Probablemente en términos económicos no era una cosa extraordinaria pero en la parte moral y espiritual tenía mucha satisfacción. Incorporé Voluntarios del Cuerpo de Paz, entonces era una familia muy bonita con este proyecto. Una vez invitaron a un profesor de una universidad de Estados Unidos a evaluar el proyecto, vino y estuvo seis meses. Durante ese tiempo estuvo trabajando conmigo. Al final me preguntó si me quería ir a sacar un doctorado y eventualmente accedí. No fue fácil porque ya estaba un poco viejo y tenía hijos. Fue una lucha dura pero lo logré. Estudié en la universidad de Missouri-Columbia, en Missouri.
¿Cómo se convirtió en profesor de ZAMORANO?
Nunca pensé que iba a trabajar de profesor. Cuando yo saqué mi doctorado yo pensé que iba a trabajar de investigador. Regresé a Honduras pero fue muy difícil encontrar trabajo, hasta que un día me encontré con el director de un departamento de ZAMORANO y le comenté que había sacado un doctorado. Fui entrevistado para una posición y me hicieron una oferta, eso fue en 1996. En el 2003 me regresé a Estados Unidos porque mi segundo hijo iba a iniciar estudios en University of California, Davis. Allí mismo yo empecé a trabajar como investigador, pero yo tenía mi corazón en Honduras. Cuando mi hermano murió mis padres ya quedaron solos, entonces yo quería venirme para Honduras para estar con mis padres. Me regresé y empecé a trabajar con la Cuenta del Milenio, me ubiqué como director del proyecto de desarrollo rural. Cuando el proyecto terminó me regresé a ZAMORANO. Doy la clase de Economía General, Estadística y Economía de la Producción para la carrera de Agronegocios y la electiva para el resto de las carreras. Estoy alegre porque a los muchachos les gusta la clase a pesar de que es dura.
¿De su experiencia, cómo se propicia el desarrollo de un pueblo y como los zamoranos se pueden vincular a ese proyecto?
El desarrollo de un pueblo se propicia a través de la educación efectiva. La diferencia de ZAMORANO comparada a otras instituciones a nivel latinoamericano es la forma en que educa. La educación de ZAMORANO es de resultados. Enseñamos a la gente a hacer. Los graduados se identifican por su actitud hacia el trabajo. Mientras mantengamos esta cultura estaremos bien.
Wilson Popenoe pareció entender el problema de Latinoamerica en términos de la educación. ZAMORANO es una cultura anglo, él inició un programa que inculca disciplina, reglas claras, trabajo, uniforme. En Latinoamerica, si usted tiene mucho usted vale mucho, si usted tiene poco usted vale poco. Entonces al ponerle uniforme a la gente, usted rompe esa brecha entre ricos y pobres. Al poner reglas que se aplican a todos también rompe esa brecha.
Para desarrollarnos necesitamos una nueva actitud. Yo veo que los jóvenes de esta generación tienen una nueva actitud. Hablo de Honduras, porque es el ejemplo más cercano que tengo, observo que los jóvenes graduados de las universidades tienen una nueva actitud hacia el conocimiento, hacia el aprendizaje. Eso es lo que necesitamos implantar en los jóvenes para salir de la pobreza.