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En el corto plazo este zamorano prevé competir en otras categorías de orden mundial, a través de la diversificación de productos como el chocolate e infusiones.

Con la filosofía arraigada que el trabajo todo lo vence, el nicaragüense Gerardo Paez, graduado de la Clase 1997 y del Programa de Ingeniero Agrónomo (PIA) 2001, decidió emprender su propio negocio de bebidas a base de cacao, Licores Don Juan, ha ganado varios galardones internacionales, por la calidad de productos que ofrece.

Durante dos años consecutivos (2017 y 2018), el producto de este zamorano se ha llevado medallas de oro, plata y bronce, a nivel de Centroamérica y México en el festival chocolatero más importante del mundo, que se desarrolla en regiones de América, Europa y Asia. Se trata de los International Chocolate Awards que son avalados por The International Institute of Chocolate and Cacao Tasting (IICCT, por sus siglas en inglés) establecido en Londres.

De botellas recicladas a la vitrina mundial

Licores Don Juan, germinó de la semilla de su abuelo paterno, quien hace 60 años, sembró en su hacienda los primeros frutos de cacao en un modelo agro-silvopastoril. De esos reductos de la plantación original, su padre desde hace 30 años comenzó a elaborar un tipo de licor de manera empírica. Sin embargo, la idea de modernizar y dar un nuevo giro al negocio, surgió mientras cursaba su maestría, ante la necesidad de tener un ingreso adicional para cubrir los costos y gastos alimenticios, sostiene Paez.

El emprendimiento inició con el primer diseño de la etiqueta, y botellas recicladas de vino, luego se elaboró el producto que fue expuesto en la feria organizada por  la Asociación de Productores y Exportadores de Nicaragua, EXPO APEN 2008, con un tiraje de 100 botellas de licor. “Fui a la feria con la ilusión y el reto de vender el producto, con la sorpresa que en el primer día se vendió todo y me dije, aquí está un negocio, una empresa”, agrega.

Es así, que del 2008 al 2012, fue consolidando el plan de negocios y participando en ferias locales. Ya en 2013 comenzó a dar el salto de formación de la empresa, visitando ferias como SIAL en Paris, Foodex en Japón y ANUGA en Alemania. “Ahí surgió licores Don Juan, aposté porque tenía materia prima de calidad y no había bebidas de ese tipo en esa categoría”.

Ya para 2016, Nicaragua lograría, el reconocimiento de país productor de 100% cacao fino y aroma, y con Centroamérica importando muchas bebidas a base de esta semilla y otros tipos de ingrediente, Paez visualizó una oportunidad única de mostrar su emprendimiento a nivel mundial, para hacer que se distinguiera entre los mejores de la región.

Con sus licores, este egresado ha participado en otras competencias internacionales en Europa y Japón, como parte de la estrategia de elevar los productos a categoría mundial, aspiración que asegura logrará, gracias a las bases sólidas que Zamorano inculcó en su personalidad, donde además se le enseñó a estar en innovación constante.

Reconoce que los consumidores son cada vez más exigentes con la categoría de licores artesanales, es por ello que “no nos detenemos en el éxito alcanzado, sino que buscamos cosechar nuevos triunfos”. En el corto plazo, prevé competir en otras categorías, por ejemplo; chocolates, infusiones, y eventos enfocados en bebidas alcohólicas para obtener premios con otras bebidas a base de jengibre, café y frutas tropicales que se están experimentando.

Perseverar para triunfar

Gerardo Paez, es uno de miles de jóvenes que han logrado estudiar y graduarse de Zamorano, gracias a una beca, en su caso, se convirtió en agrónomo por apoyo financiero total recibido de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en ingles). Luego concluyó la Ingeniería Agronómica mediante beca parcial de la Agencia de Cooperación Suiza para el Desarrollo (Cosude), tiempo después obtuvo su MBA, con una beca parcial del fondo Pellas de Nicaragua.

Sostiene que el saber aprovechar la oportunidad de estudiar en Zamorano, le ayudó a ser el emprendedor de hoy.  “La disciplina es algo que ha influido en mi formación profesional, la innovación y la creatividad que nos da Zamorano para solucionar las cosas, independientemente de lo que sea. La calidad en las clases, en el pensum académico, en el aprender haciendo, fueron importantes”.

Los valores intrínsecos, costumbres inherentes, y sobre todo la perseverancia que Zamorano inculcó, “influyó para ser lo que soy profesionalmente, ya que, aunque iniciábamos nuestros módulos haciendo algo que no conocíamos, a medida que avanzábamos en la práctica del aprender haciendo, llegamos a niveles satisfactorios y eso era por la persistencia de estar haciendo día a día esa actividad, de ahí que, el trabajo todo lo vence, es una filosofía que en mí está bien arraigada”.

Para Paez, las nuevas generaciones que se están formando en esta alma máter, deben tener claro que independientemente de los cambios que estén ocurriendo en el mundo y en tecnología agrícola, lo más importante es edificar una base sólida del conocimiento, como lo enseña la universidad, el no perder la esencia de ensuciar sus manos, de tomar las vivencias y los retos que pone la escuela como un ejercicio cotidiano para despertar la creatividad y la innovación.

 

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