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Por: Marielena Moncada, Ph.D., coordinadora Cadena de la Leche de Zamorano, Profesora Asociada de Ganado Lechero, Departamento de Ciencia y Producción Agropecuaria.

En la década de los años 70, los filósofos de la época como Peter Singer y Arne Naess desarrollaron ideas sobre el bienestar animal que eventualmente conlleva a la creación de movimientos sociales y a la formación de grupos defensores de los derechos de los animales (Hadjisterkotis, 2009). Hoy en día, el consumidor tiene una mayor conciencia a la hora de elegir los productos alimenticios que consume y considera el bienestar animal como parte de la calidad del alimento (Kjaernes and Keeling, 2009). Es por esto, que el consumidor muestra mayor interés en conocer acerca de los aspectos como: el origen de los alimentos, el respeto y cuidado de los animales destinados a la producción de alimentos, y la sostenibilidad de los productos alimenticios en todas las fases de producción.

La industria alimenticia también ha visto que el tema de bienestar animal puede ser usado para darle un valor agregado al alimento producido (Velarde and Dalmau, 2012). Por ende, se han creado programas de certificación como Global GAP, que estandarizan los procedimientos de producción y permiten que el consumidor sepa de dónde proviene su alimento, así como si fue producido de manera consciente y de manera sostenible (Sonoda, 2018). Por la importancia que se le da al tema en estos tiempos, se han formado muchos otros programas de certificación y capacitación que velan por producir alimentos que tengan en mente la sostenibilidad y bienestar animal.

La leche es un alimento nutritivo muy importante en la alimentación humana. Hay muchos aspectos a considerar para poder tener leche de buena calidad, incluyendo aspectos nutricionales, de manejo, salud animal e higiene en el ordeño (Vélez et al. 2009). Sin embargo, muchas veces obviamos el bienestar animal. Este es un tema que se ha abordado hace muchos años pero que, sin embargo, hoy en día está cobrando mucho auge. En el pasado, el bienestar animal estaba enfocado en el cumplimiento de las cinco libertades, lo cual se estipula que los animales deben estar libres de hambre, sed y desnutrición; libres de temor y angustia; libres de peligros, lesiones y enfermedades; libres de expresar su comportamiento normal y natural (American Humane, 2016; OIE, 2019). Estas libertades se basan en que existe una relación muy estrecha entre la salud del animal, su bienestar, producción y eventualmente en el bienestar de los consumidores.

Welfare Quality®, un proyecto fundado por la Unión Europea ha definido cuatro principios del bienestar animal que integran el bienestar de los animales de granja en la cadena alimenticia mientras se consideran las demandas del consumidor, expectativas sociales y el desarrollo de sistemas de evaluación en fincas (Velarde and Dalmau, 2012). Estos cuatro principios son: buenas instalaciones, buena alimentación, buena salud y un comportamiento adecuado (Kjaernes and Keeling, 2009). Estos principios siguen doce criterios para asegurar la sanidad del animal y son: el animal no debe sufrir hambre ni sed prolongada; debe tener comodidad al descansar, comodidad térmica y suficiente espacio para poder moverse libremente, debe estar libre de lesiones físicas y enfermedades; y no debe sufrir dolor causado por un mal manejo, sacrificio, o procedimientos quirúrgicos. Dentro de los doce criterios también, el animal debe ser libre de expresar su comportamiento normal, debe ser bien manejado en todas situaciones y los sentimientos de temor, estrés y frustración, males que deben ser evitados y más bien promover emociones positivas de seguridad (Kjaernes and Keeling, 2009). A través de estos criterios, se entiende que mucho de lo que el animal está viviendo día a día afecta su bienestar físico y mental. Por ende, este se debe tomar en serio al momento de la producción de leche.

Malas condiciones de alojamiento podrían provocar problemas en el bienestar animal (Albright and Arave, 2002). En general, una vaca con un comportamiento diario óptimo debe pasar comiendo de 3 a 5 horas al día, consumiendo entre 9 y 14 comidas diarias. Debe dedicar de 7 a 10 horas a la rumia, 30 minutos al día para beber agua, un aproximado de 10 horas al día de reposo y de 2 a 3 horas al ordeño (Grant and Albright 2001).

El tiempo que los bovinos dedican al descanso puede llegar a ser igual o más importante que el comportamiento referente a la alimentación (Moncada-Laínez and Hsia, 2004). Grandin et al. (2016) mencionan que el periodo de descanso del animal debería ser entre 10 y 12 horas al día, ya que al estar echado se optimiza la rumia con la correcta producción de saliva, lo cual disminuye los riesgos de acidosis ruminal. De igual manera, la ubre recibe una mejor irrigación en comparación a una vaca que pasa mucho tiempo de pie. De este modo, se evitan problemas podales como isquemias en las pezuñas y se disminuye la competencia entre animales por conseguir lugares cómodos. Por otra parte, una vaca adulta tiene un sueño MRO (movimiento rápido de los ojos) de cuatro horas donde se encuentra totalmente relajada, siendo un indicador de que el animal está correctamente adaptado a su entorno (Grandin et al. 2016).

Cuando se produce un cambio biológico o ambiental significativo en la vaca, se pone en riesgo la comodidad y la salud del animal, lo que quiere decir que la presencia o ausencia de estrés es un indicador del bienestar animal (Phillips, 2002). Los principales factores que pueden afectar al bovino son los cambios ambientales como la temperatura y la humedad, el régimen de vida como instalaciones precarias y el hacinamiento, el manejo como en el caso del transporte, la nutrición como el hambre y la sed, las enfermedades y los factores quirúrgicos (Odeón and Romera 2017). Además de perturbar el bienestar de los animales, el estrés afecta al sistema inmune y vuelve al animal más susceptible a enfermedades, reduce la ingesta del alimento, entre otros. Por lo tanto, el impacto que puede llegar a ocasionar el estrés sobre la producción, la reproducción y la salud es fuerte y amplio (Tucker et al. 2020).

De hecho, cualquier elemento que dificulte la vida de un animal supone un factor de estrés, que hace disminuir la energía disponible que se destina al sistema inmunitario (Fraser and Broom, 2002). Con el tiempo, el estrés acaba bajando las defensas de los animales e indirectamente, favoreciendo una peor salud y calidad de la leche (Vélez et al. 2009). Por esta razón, el estado del sistema inmunitario se utiliza como un buen indicador de estrés crónico en los animales. Finalmente, cada factor de estrés que tiene que afrontar una vaca supone un costo energético que desvía energía de otras funciones orgánicas. Un animal con mejor salud dará una leche de mayor calidad, con menores recuentos de células somáticas (Revilla, 2009). Por ello, cuanto más le cueste a un animal adaptarse a su entorno, menos leche y de peor calidad va a producir.

Es por eso que debemos observar el comportamiento de las vacas. Cuando ellas expresan un comportamiento normal, ese es el principal indicador de bienestar animal. Si estamos proveyendo bienestar animal, estarán libres de estrés y producirán más leche y de mejor calidad, porque entre mejor esté la vaca, mejor será su leche.

Referencias

Albright, J.L. and C.W. Arave. 2002. The behavior of cattle. CAB International. 306pp.

American Humane. 2016. Five Freedoms: the gold standard of animal welfare. https://www.americanhumane.org/blog/five-freedoms-the-gold-standard-of-animal-welfare/#:~:text=These%20Five%20Freedoms%20are%20globally,normal%20and%20natural%20behavior%20(e.g.

Fraser, A. F. and D. M. Broom. 2002. Farm animal behavior and welfare. Third Edition. CABI publishing.

Grandin, T.  D. Bargo, F.Mainau, E. Ipharraguerre, I. Manteca, X. 2016: Conducta de descanso y eficiencia productiva de las vacas de leche – Una visión práctica. Farm animal welfare education centre. Available online at http://www.fawec.org/media/com_lazypdf/pdf/Ficha_Tecnica_FAWEC15_n15_eficiencia_confort_es.pdf.

Grant, R. J.; Albright, J. L. 2001. Effect of animal grouping on feeding behavior and intake of dairy cattle1. In J. Dairy Sci 84 (E), pp. 156–163.

Hadjisterkotis, E. 2009. The animal rights movement and the wildlife profession. XXIX International Union of Game Biologists Congress. (1). pp. 56-64.

Kjaernes, U. and Keeling, L. 2009. Principles and criteria of good Animal Welfare. Welfare Quality Network. Commissioned by the European Union.

Moncada-Laínez, M. and L.C. Hsia. 2004. Effects of Season, Housing and Physiological Stage on Drinking and Other Related Behavior of Dairy Cows (Bos taurus). AAJAS. 17(10): 1417-1428

Odeón, M., M. Romera, S. A. 2017. Estrés en ganado: causas y consecuencias. In Revista Veterinaria 28 (1), pp. 69–77. DOI: 10.30972/vet.2811556.

OIE. 2019. Código sanitario para los animales terrestres (1).

Phillips, C. 2002. Cattle behavior and welfare. Second edition. Blackwell publishing, UK. 264pp.

Revilla, A. 2009. Tecnología de la leche. 5ta edición revisada. Escuela Agrícola Panamericana, Zamorano, Honduras. 312pp.

Sonoda, Y., K. Oishi,  Y. Chomei, and H. Hirooka. 2018. How do human values influence the beef preferences of consumer segments regarding animal welfare and environmentally friendly production? Meat Science. https://doi.org/10.1016/j.meatsci.2018.07.030

Tucker, C. B., M.D. MacNeil, A. B. Webster. 2020. Guide for the care and use of agricultural animals in research and teaching. 4th ed.

Velarde, A., A. Dalmau. 2012. Animal welfare assessment at slaughter in Europe: Moving from inputs to outputs. In Meat Science. https://doi.org/10.1016/j.meatsci.2012.04.009

Vélez, M., J.J. Hincapié, I. Matamoros. 2009. Producción de Ganado Lechero en el Trópico.6ª ed.Tegucigalpa: Zamorano Academic Press.

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