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En ZAMORANO aprendió que el fracaso es una enseñanza que debe superarse con trabajo duro y honrado.

Carlos Torrebiarte, clase 1989, es un empresario nacido y radicado en Guatemala. Decidió estudiar en la Escuela Agrícola Panamericana atendiendo el consejo de su tío Roberto Alvarado, clase 1968. Consejo que le ayudó a tomar una de las mejores decisiones de su vida, asegura. Actualmente, además de impulsar sus emprendimientos agrícolas y ganaderos, opera y maneja varios negocios de inversionistas nacionales y extranjeros en su país. Su labor empresarial la combina con filantropía al apoyar al Fondo de Becas de su alma máter, para que otros jóvenes latinoamericanos tengan la misma oportunidad que él tuvo de formarse en ZAMORANO.

Para este graduado apoyar con becas es lo menos que puede hacer para que jóvenes que aman el campo puedan ser profesionales exitosos y capaces de contribuir al desarrollo agrícola de la región y sobre todo de Guatemala. “ZAMORANO es la mejor opción que existe en Latinoamérica,  espero que los jóvenes becados aprovechen la oportunidad que se les da con el esfuerzo de la comunidad de zamoranos que los apoya, pues somos países agrícolas y necesitamos de ellos. El dinero de estas becas está bien invertido y dará como resultado una promoción de jóvenes talentosos y comprometidos con el desarrollo de nuestros países”, agregó.

Desde su experiencia reconoce que al llegar a ZAMORANO su vida cambió para siempre, el Aprender Haciendo y la disciplina fue la base que lo formó y enseñó a enfrentar las adversidades en los negocios. “Aprendí que para salir adelante no hay substituto al trabajo duro, y que, si algo sale mal, el remedio es trabajar más. Considero que esta es una de las enseñanzas más importantes que recibí, Labor Omnia Vincit, una frase que nos prepara para vencer lo que sea y conquistar nuestro destino con el trabajo honrado; es una filosofía de vida”, apuntó.

En ZAMORANO, también fortaleció los lazos de hermandad con estudiantes de otros países y tuvo la oportunidad de conocer sus culturas, ya que, a pesar de ser de origen latinoamericano en su mayoría, le mostró que cada país era muy diferente. “Como parte de la experiencia educativa, construimos en la Escuela una cultura única que aún nos identifica y que contribuyó al compañerismo, amistad y fraternidad del grupo, el cual aún perdura, consolidando una red de negocios y contactos en todo el mundo”, manifestó.

Apuesta por las inversiones

En la actualidad el Ing. Torrebiarte se dedica a las inversiones, mismas que comenzó hace más de dos décadas, en 1996. Su primera aventura en los negocios fue en el ramo de la caficultura, amparado por el legado de 100 años de su familia al frente de ese rubro. Dada la experiencia que sus antepasados tenían con el café, en la época que estaba terminando la guerra civil en Guatemala, sus padres le ofrecieron a él y a sus hermanos una finca privilegiada para la producción del aromático, en el área del Lago de Atitlán. Pese a ser una época de mucha incertidumbre como todo buen zamorano asumió el reto. Después de varios años tras una combinación de reveses y satisfacciones, ese primer negocio le abrió las puertas a nuevas inversiones y oportunidades, incluyendo poder operar y manejar activos de otros inversionistas nacionales y extranjeros.

Su amplia experiencia le ha permitido laborar en varias regiones de Guatemala, atendiendo una variedad de negocios que van desde cultivos agrícolas a proyectos ganaderos. “Para llegar a donde estamos hemos fracasado más de una vez, pero esto no ha impedido que continuemos buscando nuevos proyectos. Tomamos el fracaso como una enseñanza que debe superarse. Nadie que sea exitoso no ha fracasado alguna vez en su vida.  Como emprendedor, sé que puedo fracasar en proyectos del futuro y que tendré que corregir el rumbo las veces que sean necesarias.  Eso también es parte de lo que aprendí en ZAMORANO”, indicó.

En ZAMORANO, el Ing. Torrebiarte, también conoció al amor de su vida, la Ing. Silvia Sotomayor, ecuatoriana, clase 89, quien ha sido su mano derecha por muchos años. “Sin duda, lo mejor que me pasó en la Escuela fue conocer a Silvia.  No veo como hubiera logrado hacer todo lo que formamos si no nos hubiéramos casado. Hemos tenido una vida bendecida, viviendo en el campo la mayoría de nuestro matrimonio, educando a nuestros tres hijos en una finca, y Silvia fue la que dirigió su educación. Hoy estamos cosechando los frutos de este arduo trabajo, nuestros hijos también se dedican a la agricultura y trabajan con nosotros desarrollando nuevos proyectos y manejando lo que se trabajó por años.  Silvia es mi mejor amiga, confidente, socia en los negocios, consejera, crítica, y mucho más.  Como dicen los colegas de la 89, me gane la lotería”, reseñó.

Sin duda, el Ing. Carlos Torrebiarte lleva a ZAMORANO como una fuerza intangible en su accionar y la forma de construir su vida junto con la Ing. Sotomayor. Esa fuerza los ha impulsado a retribuir a la sociedad y a Latinoamérica a través del apoyo a la educación, devolviendo así un poco de lo que han recibido. Actos de gratitud y compromiso como estos, son el reflejo de la confianza hacia la educación Zamorana y su potencial para cambiar vidas.

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